Pueblo Qom (Argentina)
Desde aquella estampa de los cabecitas negras bañándose en la fuente de plaza de mayo o aquel Malón de la Paz que trajo en lenta peregrinación a los indios jujeños para reclamar por sus tierras en 1946, Buenos Aires casi no había vuelto a presenciar semejante demostración de ruralidad en sus mismas entrañas. Cuando en diciembre de 2010 algunos representantes del pueblo qom acamparon sobre la 9 de julio (dizque la avenida más ancha del mundo) el hecho generó una interminable serie de repercusiones desde conciertos de rock y ferias de libros alternativos o la visita de referentes como Eduardo Galeano, Adolfo P rez Esquivel é o las Madres de Plaza de Mayo, a una extensa cobertura de los medios de información masivos que pusieron en la mira o pantalla (más con ánimos de azuzar las críticas al gobierno kirchnerista que con la intención de generar conciencia) la situación de los pueblos originarios del país (algunos quizás con organizaciones más fuertes como el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE) o el Consejo Asesor Indígena (CAI) de Río Negro, que sin embargo no habían podido quebrar el cerco mediático). La historia de aquellos indios del último rincón del país (Formosa) que venían a contar su realidad de represiones y muertes, de avasallamiento sobre sus territorios, de contradicciones de un gobierno que se reclamaba a favor de los pueblos, pegó fuerte y generó una solidaridad que, como toda buena intención del ciudadano urbano moderno, duró lo que dura un comercial publicitario. Era una historia vieja, que incluye el lado menos conocido de la campaña al desierto, la creación de la gendarmería nacional y la picana con la que los militares torturarían a los jóvenes idealistas de los setentas, masacres emblemáticas como Napalpi o Pilaga, gobiernos corruptos e industrias que van de la madera o el algodón a la soja.
“Estoy aquí porque yo sí creo que los indígenas no son el problema, sino la solución”, dijo Galeano. Y agregó: “La solución está en esas voces que suenan desde el pasado más remoto, pero que hablan al futuro, porque nos hablan de la comunidad entre la naturaleza y las personas; de la naturaleza de la que formamos parte porque hemos sido divorciados hace más de cinco siglos”. Al frente de esa explosión de identidades que se aglutinó en el acampe qom estaba aquel papacho de cara alargada y larga cabellera canosa cuya fragilidad evidenciaba que aquella parafernalia era evidentemente un trabajo colectivo del que él era vocero. Tenía el nombre de un militar de la revolución mexicana y un boxeador dominicano, Felix Díaz, líder de la comunidad Potae Napocna Navogoh (La Primavera). Meses atrás, noviembre de 2010, en medio de los conflictos por la usurpación de su territorio, la policía formoseña había dado la orden: que no salga con vida. Pero los jóvenes qom lo rodearon como escudo, y lo llevaron al monte para salvarlo. Cuenta Felix: “Acribillaron 32 hermanos heridos de bala.
Atropellaron con caballo a las mujeres, les rompían brazos y piernas. Detuvieron 34 mayores por el agotamiento y por no confrontar, por permitir que los golpearan. Están acostumbrados a que los golpeen, su vida ha sido esa, la de recibir golpes. Los jóvenes alcanzaron a huir. Los ancianos y ancianas sufrieron el ataque brutal. Nos quemaron 17 casas. Una de ellas la mía. Yo he sido señalado como potencial terrorista”.
También se llevaron la vida del anciano Roberto López, como se llevarían la vida de muchos más, incluyendo en 2013 al sobrino de 16 años de Felix, Juan Daniel Díaz Asijak. Era la tercera de ese mes. Ni ancianos ni niños, no hay vida que se respete en nuestros territorios. De nada sirvió el acampe, las reuniones con el Papa Francisco, las promesas del gobierno y tantos otros intentos. Dice el periodista Darío Aranda en la revista Sudestada: “En 2012, en Formosa, se contabilizó un piso de 40 conflictos que afectan a 565 mil personas y 3,4 millones de hectáreas. Durante la audiencia realizada en marzo de 2012 en la Corte Suprema, el responsable del Instituto de Colonización y Tierras de Formosa, Carlos Florentín, sinceró lo que el gobierno provincial silenciaba: “Toda la zona noreste de la provincia de Formosa tiene un potencial productivo muy grande. Estas cinco mil hectáreas de la comunidad La Primavera de las que estamos hablando probablemente sean las mejores tierras que tiene la provincia de Formosa”. Vuelve a hablar Don Felix: “El proceso que llevamos adelante es muy duro y desigual.
Nos hemos reorganizado. Por mi parte debo confesar que esta lucha ha significado y exigido descubrirme a mí mismo, quién soy, de dónde vengo, quiénes son mis ancestros y adonde quiero llegar. Las cosas existen para que los humanos podamos coexistir con la diversidad de los seres que cohabitan los territorios.
Cuando nos creemos dueños del territorio, salimos de ese derecho ancestral que ha permitido a nuestros padres y abuelos convivir con peces, aves, serpientes sin problema. Hemos podido coexistir. Queremos decir basta. Pero ¿cómo hacés cuando no tenés nada que comer. No tenés agua. Te humillan en los hospitales y en espacios públicos? Por eso queremos vivir dignamente y recuperar nuestros valores. Resurgimos como cazadores, pescadores, chamanes. En esencia luchamos por recuperar nuestra autonomía. No pueden haber dos espacios. Debemos definirnos y ser claros: defensores del gobierno o de los pueblos. Somos defensores de nuestros pueblos. Somos pobres, pero no nos vemos como pobres. Somos ricos, porque entendemos y sabemos lo que es el valor humano. La mayoría de los líderes tienen que encontrarse consigo mismos. Saber qué pasaría con las generaciones futuras. Si viven tranquilamente o serán expulsados. Si estoy consiguiendo que se respeten las generaciones futuras. Esto no quiere decir que no adoptemos lo que necesitemos o nos encerremos en el pasado. Yo creo, por ejemplo, que la mayoría de nuestros hermanos que pueden incorporar la tecnología a la lucha deben hacerlo. Yo soy del monte. No tengo energía, ni agua potable, ni internet. No me quejo. Lo que tengo me sirve y es suficiente. Les aliento a que analicen cada uno en su situación. Confiemos en cada uno para confiar en el otro para hacer grandes cosas a favor de la vida.
Tenemos que ser transparentes y decididos de cambiar esta vida y creo que se está dando en estos tiempos. Tenemos el deber de prolongar la vida. Eso es lo que nos acerca. Es posible porque cada cual hace lo que puede en su territorio. Estamos reencontrándonos con nosotros mismos. Tenemos que investigar para reencontramos. Hemos sido manipulados. Estamos haciendo una historia para revalorizar la vida. La Madre Tierra quiere que sus hijos vivan bien. Tenemos que entender este deseo de nuestra madre.”